martes, 18 de marzo de 2008

Homenaje de AMRA al Dr. Enrique Finochietto

Enrique Finochietto
Por Félix Daniel Barrios

Pocos hombres, en la evocación de su obra y de sus logros, generan esa mezcla de admiración y reverencia con la que se refieren al doctor Enrique Finochietto, eminencia de la medicina nacional, quienes han sido sus colegas o discípulos. Claramente, por esta unánime opinión, nos hallamos ante una figura única que despertara un gran reconocimiento entre sus contemporáneos, el agradecimiento de sus pacientes y el ejemplo para quienes continúan su obra desde la medicina.

En la creciente ciudad de Buenos Aires, el 13 de marzo de 1881, una de las numerosos familias de inmigrantes italianos que componían la población argentina de fines del siglo XIX se vio conmovida por la llegada al mundo de uno de sus hijos. Nacía Enrique Finochietto, futuro médico, cirujano y permanente innovador de las ciencias médicas. El apellido Finochietto es sinónimo de excelencia por la sobresaliente historia de dos cirujanos, Enrique y Ricardo, hombres que se destacaron desde la atención a sus pacientes hasta su particular estilo para enseñar cirugía en la Escuela Finochietto.

Enrique Finochietto cursó sus estudios secundarios en el Colegio del Salvador para posteriormente estudiar medicina en la célebre Universidad de Buenos Aires, cantera inagotable de ilustres profesionales, donde obtiene su título de médico en 1904. Siendo estudiante de medicina fue practicante en el Servicio de Alejandro Posadas, en el Hospital de Clínicas. Posteriormente colaboró con David Prando en el Hospital Rawson del barrio de Barracas, su casa de siempre, donde trabajó como médico interno con guardia permanente en el servicio de piel y enfermedades venéreas. Tuvo como jefe de sala al doctor Andrés F. Llobet, quien lo instruyó en las pautas que marcaron su carrera: la asistencia, la docencia y la investigación aplicada.

Como era costumbre de la época, realizó un viaje de estudios a Europa entre 1906 y 1909. Recordemos que otras eminencias de la medicina nacional, como el doctor Ramón Carrillo, también tuvieron su periplo de perfeccionamiento en el viejo continente. En Europa estudia y se perfecciona en centros médicos de Alemania, Suiza, Italia y Francia, país con el que le uniría una relación especial. El paso por Europa le otorga los conocimientos necesarios que, sumados a su habilidad e intuición natural, le hacen desarrollar y aplicar técnicas quirúrgicas avanzadas, como la cirugía de tiroides, realizadas en su Hospital Rawson.

En 1918 es convocado a viajar a Europa. Por iniciativa de Marcelo T. de Alvear, embajador argentino en Francia, cumpliendo con la idea del presidente Yrigoyen de fortalecer la posición argentina en el plano internacional y lograr una presencia mejor ante Europa, es creado el Hospital Argentino Auxiliar 108, al servicio de las tropas aliadas. Finochietto queda a cargo del servicio de cirugía y tiene una destacada actuación atendiendo a los heridos que provenían del frente de combate. Junto a otros destacados médicos argentinos, como el doctor Pedro Chutró, ganó una importante experiencia al tener que lidiar con una amplia variedad de lesiones y heridas que en la vida civil le hubiesen llevado años atender. Experiencia, que como en muchas ocasiones, lo llevaría a aparecer a lo largo de los años en la tapa de los diarios, como cuando realiza por primera vez en el país un taponamiento cardíaco. Salvó la vida de un paciente, un niño herido en el corazón por una bala, al lograr taponar el orificio con pinzas y sus dedos, y así frenar la hemorragia.



La actuación de los profesionales argentinos durante la Primera Guerra Mundial fue tan apreciada que el gobierno francés le otorgó a Finochietto y a Chutró la Legión de Honor y Medallas al Servicio en Tiempos de Guerra, además de pasar a integrar la Academia de Medicina de París. Tiempo después ambos médicos regresan al país en donde aplicarían la invalorable experiencia obtenida en la guerra europea, tanto en la atención de sus pacientes como en la enseñanza de lo aprendido. Finochietto ya había obtenido en 1914 su título de Profesor en Medicina.

Estos viajes le permiten aprender a utilizar las innovaciones técnicas que se utilizaban en Europa y traer a la Argentina todo lo que fuese de beneficio para nuestra medicina. Entre esos adelantos se encuentran los aparatos de Ombredanne y Junker, para ayuda de los anestesistas, y que administraban éter a los pacientes durante las intervenciones quirúrgicas. Más adelante, en 1935, Finochietto importa el nuevo sistema de aplicación de la anestesia en circuito cerrado, llamado de Mac-Kensson, que utilizó en el Pabellón IX del Hospital Rawson, con el que se podían administrar gases, oxígeno, anhídrido carbónico, ciclopropano, etileno, óxido nitroso y helio además de vaporizar éter. Finochietto también traería a nuestro país otros implementos útiles para los anestesistas como la careta de Schimmelbusch o el aparato de Moij, de origen holandés.

Cuenta una de las numerosas anécdotas que rodearon a las actividades del Pabellón IX del Rawson que otro de los logros “importados” por Finochietto fue la enfermera alemana conocida como la caba Juana, a la que conociera en el marco de la guerra. La figura de la caba Juana fue sumamente respetada, y hasta temida, por sus notables conocimientos quirúrgicos y de anestesiología. Muchos recuerdan sus agudas observaciones, acertadas críticas y hasta alguna dura reconvención cuando detectaba que algún procedimiento no era el indicado para el paciente.

El médico inventor

Una de las preocupaciones de Finochietto era la falta de instrumental que le permitiera desarrollar sus operaciones con la comodidad y exactitud que necesitaba. Fiel a los principios que compartía con su hermano, aprender todo lo necesario que sirviese para contribuir a mejorar la técnica médica, estudia dibujo técnico entre 1912 y 1913. A partir de ese momento podía plasmar en un papel los instrumentos que su mente imaginaba para que sus hábiles manos de cirujano pudieran hacer lo que más quería: salvar vidas.

Gracias a estos conocimientos pudo idear máquinas y herramientas que le ayudaron a operar mejor y más cómodamente, entre las que figuran el sistema de iluminación “frontolux”, para cirugía; el banco para cirujanos, para permitirles operar sentados, muy útil en las largas intervenciones; la mesa quirúrgica móvil; el aspirador quirúrgico; la pinza de dientes; el “empuja ligaduras”, para detener las hemorragias; el porta-agujas, en diversas medidas y formatos; la pinza doble usada para hemostasia y como pasahilos; las “valvas Finochietto”, para abrir heridas; la cánula para transfusiones y el separador intercostal a cremallera para operaciones de tórax, conocido universalmente como “separador Finochietto”.

Enrique Finochietto desarrolló su práctica trabajando junto con sus hermanos Miguel Ángel y Ricardo, con quienes conforman el equipo más renombrado en la medicina nacional de la época. Junto con ellos realiza varias cirugías torácicas de alta complejidad, incluyendo la primera incisión paradojal, una técnica que había creado realizando la incisión en sentido inverso al establecido por los métodos convencionales de cirugía. También desarrolla y aplica una nueva técnica quirúrgica para las operaciones de estómago, intestino y duodeno.

La necesidad de transmitir todos estos avances y conocimientos ayudaron a crear la Escuela Quirúrgica Finochietto, motorizada por los hermanos Finochietto. Ambos coinciden en que la mejor manera fijar conocimientos es enseñar desde la práctica, desde el quirófano, ya que lo teórico solo produce información, no formación. Forma, así, a través de su método tandas de médicos, que operaban “a lo Finochietto”. El método de enseñanza se adelanta al sistema de residencia médica. Ambos médicos operan, y asisten al mismo tiempo, codo a codo con sus discípulos procurando transmitir sus conocimientos con cada movimiento.

Los alumnos de esta escuela recibieron, de la mano del conocimiento de Enrique Finochietto, un estilo quirúrgico que tenía el objetivo de llegar a producir la operación perfecta. Muchos destacaron que esta forma de hacer cirugía tenía características propias, buscando desde la sencillez con obtener la máxima eficacia. No apegándose solamente a lo que los libros decían, también se apelaba a la inventiva y la intuición para obtener el resultado que perseguían. Las crónicas relatan que los alumnos hallaban en Enrique Finochietto al “cirujano de lo atípico”, otros los nombraban como “el príncipe de la cirugía”, aunque para sus allegados Enrique Finochietto era “el divino”.

Quienes lo vieron operar coinciden en señalar su capacidad creativa y la máxima atención que ponía en su trabajo. Se destacaba por operar callado y sin apuro, eliminando todo gesto innecesario. Todos comentaban con admiración que el maestro convertía lo complejo en sencillo.

Tanta contribución a la ciencia lo llevó a ser reconocido por varias instituciones: fue miembro honorario de la Academia Nacional de Medicina, presidente de la Sociedad de Cirugía de Buenos Aires, miembro de las sociedades de cirugía de Bolonia y Montevideo, de la Academia de Cirugía de París y miembro de Honor de la Asociación de Medicina de Río de Janeiro. Además de participar en continuos congresos en América y Europa.

También muchos recuerdan que, además por su apego al trabajo y a la capacitación constante, tenía dos pasiones: el fútbol y el tango. El y sus hermanos solían concurrir asiduamente a ambos espectáculos y cuenta otra anécdota que el compositor Julio de Caro le dedicó el tango “Buen amigo”, como agradecimiento por haber atendido y salvado a su madre.

Lamentablemente, el agravamiento de una seria enfermedad que había contraído en Europa lo llevó a ir dejando lentamente la profesión. En 1933, renuncia a la cátedra de clínica quirúrgica de la Universidad de Buenos Aires pero continúa trabajando en el Hospital Rawson, en donde era consultado por pacientes de nuestro país y del extranjero. Sigue ahí hasta marzo de 1940, cuando realiza su última operación, ya que sus problemas de salud lo obligan a dejar su práctica.

El 17 de febrero de 1948 fallece el doctor Enrique Finochietto, dejando como legado todos los adelantos técnicos que facilitaron las tareas de sus colegas médicos además de sentar las bases de una escuela de cirugía que generó admiración y respeto. La tarea al frente de la Escuela quedó en manos de su hermano menor, Ricardo, continuador de su obra y de excepcionales capacidades docentes. Un breve recuerdo para un médico cirujano, docente, ortopedista, traumatólogo, innovador permanente, inventor y estudioso. Un ejemplo para los que ansiamos que haya desde el conocimiento, poder para la Nación.

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