viernes, 18 de enero de 2008

Un recuerdo oportuno



Compartimos con Uds. un recuerdo a veinticinco años de la muerte de un médico que aun hoy es ejemplo para todos los hombres y mujeres de la democracia.


Illia, médico de los pobres y hombre de la democracia
Ocupó la Casa Rosada entre 1963 y 1966, y fue derrocado por el general Onganía

Algunos aún hoy lo recuerdan como el Apóstol de los Pobres. Otros, cada vez menos, prefieren destacarlo como un presidente lento en la toma de decisiones. A más de cuarenta años de su derrocamiento, a nadie le quedan dudas de que Arturo Umberto Illia fue un hombre de firmes convicciones que sucumbió víctima de la escasa cultura democrática de la sociedad argentina de aquel entonces.


Hoy se cumplen 25 años de la muerte de quien fue víctima del quinto golpe de Estado que registra la historia política argentina moderna. Hoy a las 17.15 habrá un homenaje en el cementerio de la Recoleta, donde hablará el ex presidente Raúl Alfonsín Médico de profesión, Illia terminó convertido en político por vocación de servicio. Hijo de inmigrantes italianos, nació en Pergamino el 4 de agosto de 1900, pero forjó su carrera profesional y política en Córdoba, más precisamente en Cruz del Eje.


En aquella por entonces pequeña población cordobesa, Illia se radicó en 1929 para convertirse en médico de los empleados del ferrocarril. Lo hizo después de comprometerse a cumplir esa tarea ante el presidente Hipólito Yrigoyen, con quien se había entrevistado un año antes. Ya para ese entonces era afiliado radical, opción que había adoptado cuando ingresó en la Facultad de Medicina de la Universidad de Buenos Aires. Pero Cruz del Eje no hizo más que fortalecer su vocación profesional y sus convicciones políticas.


Como médico, se ganó el mote de "Apóstol de los Pobres", porque atendía a todos sin mirar su condición social. Como político, fue diputado provincial, senador nacional y vicegobernador de Santiago del Castillo, entre 1940 y 1943. Con el radicalismo dividido, Illia se convirtió en 1963 en la opción de Ricardo Balbín para competir en las elecciones presidenciales de julio de ese año, que, finalmente, ganó como candidato de la Unión Cívica Radical del Pueblo (UCRP). Sin embargo, Illia debió luchar desde el comienzo de su gobierno con la debilidad de origen de haber ganado las elecciones presidenciales con apenas el 25,15% de los votos (sólo otro político, Néstor Kirchner, llegaría a la Casa de Gobierno con un porcentaje menor), producto del boicot ordenado por Juan Domingo Perón, en repudio de la continuidad de la proscripción del peronismo.


Asumió el poder el 12 de octubre y dos meses después, el 15 de diciembre, tomó una de sus más valerosas medidas, al anular los contratos petroleros firmados por el gobierno de Arturo Frondizi. Cuenta una de las anécdotas más jugosas que tras la decisión, un sábado a la mañana, se presentó en la quinta de Olivos el embajador de los EE.UU., Robert McClintock, y pidió hablar con el presidente. Illia lo recibió y tras escuchar al diplomático expresar su queja, le respondió: "Mire, lo recibí en mi día de descanso y en la residencia presidencial porque es el embajador de un país amigo y creí que su visita no era oficial. Pero si tiene alguna queja que presentar en nombre suyo o de su gobierno le aclaro que esos asuntos se atienden en la Cancillería, de lunes a viernes y en horario oficial. Buenos días..."


Un hacedor

El ex senador José María García Arecha rechaza las acusaciones sobre la supuesta lentitud del gobierno de Illia. "Nunca fue reconocido como un presidente hacedor, pero lo fue", dijo a LA NACION. No le falta razón. En sus dos años y ocho meses de gobierno sancionó las leyes de salario mínimo y de medicamentos -otro hito que provocó malestar en grupos de poder económico-, y canceló la deuda existente con el Club de París. Además, en 1965, el canciller Miguel Angel Zavala Ortiz logró que la ONU, por primera vez, emitiera una resolución, la 2065, instando a ambas partes -en realidad a Gran Bretaña- a negociar una salida pacífica al conflicto por Malvinas.


Illia también mostró con claridad su convicción democrática al levantar la proscripción al peronismo, no así la que pesaba sobre el propio Perón, que pudo así participar en las elecciones legislativas de 1965. Pero esto no impidió que el peronismo lo hostigara. Los sindicatos le hicieron la vida imposible porque frustró el retorno de Perón, en 1964, con un plan de lucha que alcanzó la toma de once mil establecimientos fabriles y que concluyó con la liberación de tortugas en Plaza de Mayo.


Por su parte, los militares siempre fueron otro factor de presión y, amparándose en el desinterés de Illia por proteger al país del comunismo -tanto que le vendió alimentos a China-, y en un eventual triunfo del peronismo en las elecciones provinciales de 1967, dieron un nuevo golpe de Estado que, para tragedia de los argentinos, no fue el último.


Por Gustavo Ybarra

De la Redacción de LA NACION

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