miércoles, 22 de abril de 2009

Lo que no hizo Alfonsín

Publicado por el diario La Nación de Buenos Aires
Aldo Neri Para LA NACION
Muchos nos hemos conmovido con las extendidas muestras de afecto que desencadenó la muerte de Alfonsín. Ello abarca una explícita revalorización tanto de atributos personales cuanto de hechos trascendentes de su gobierno: su honestidad, su capacidad de diálogo; la paz con Chile; el logro de un reconocimiento internacional al país; la creación del Mercosur; el juicio a las juntas militares y a las cúpulas guerrilleras. Pero sería justicia incompleta ubicar su protagonismo sólo en la pasada reconstrucción de un país democrático y pacífico. Alfonsín vale por lo que hizo, pero también por lo que no hizo, pero hubiera querido hacer.

Todo gobernante es siempre hostigado por la coyuntura, más aún en circunstancias de enfriamiento económico, fuerte pugna distributiva, amenaza corporativa y turbulencia política, tal como se dieron en los duros años 80. Pero la vocación y la capacidad de mirar más allá del horizonte en llamas, cuando ella existe, es lo que le otorga a ese gobernante escala de estadista.
Alfonsín tuvo la ilusión de que el país comenzaría a revertir su secular estructura centralista en lo político, concentrada en lo económico y demográfico, y profundamente desigual en lo territorial y social. Para ello impulsó el estudio de una reforma constitucional que limitara nuestro presidencialismo, fortaleciera nuestro Parlamento y un federalismo más sustantivo que el de los textos legales (parte de esto pudo recogerse en la reforma del 94). Y a esa inspiración apuntaba el proyecto de trasladar la Capital y promover el desarrollo patagónico.
Y allí apuntaba también, desde aquella ilusión, la pretensión de recuperar virtudes perdidas por la educación argentina, como la universalidad igualitaria en el acceso a altos niveles de calidad: y para eso se promovió el Congreso Pedagógico Nacional. Y con la misma inspiración, el proyecto de seguro nacional de salud, como servicio que respondiera a las necesidades de las personas, y no las tamizara a través de su condición socioeconómica.
Entonces quedó también pendiente el proyecto de democratización de la vida sindical, para que los trabajadores dejaran de ser rehenes de una estructura vertical y anquilosada. Así como la consolidación de un fuerte movimiento cooperativo, que diera a la economía social la participación deseable en la generación de riqueza.
Pero "ilusión" puede significar tanto "espejismo" como "esperanza viable". Las suyas, ya en boceto o proyecto desarrollado, fueron tierra conquistable pero postergada, en una sociedad atornillada en el cortoplacismo.
En suma: hay una agenda pendiente desde las iniciativas del Alfonsín gobernante o predicador político, que no tuvieron continuidad, y esa agenda queda en el patrimonio moral y político de su pueblo. Desde esta perspectiva los grandes se instalan en nuestro futuro y siguen vigentes, más allá del recuerdo agradecido.
Un personaje de André Malraux, en El tiempo del desprecio , dice: "Sé cuánta fuerza se necesita para hacer una bondad que sirva de algo". Alfonsín también lo sabía.

El autor fue ministro de Salud durante el gobierno de Raúl Alfonsín.

1 comentario:

Anónimo dijo...

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